Al empezar un año nos hacemos nuevos propósitos. Como si el mero hecho de haber dado una vuelta más a nuestro querido sol, nos hubiera hecho más constantes, activos, y mejores. El hecho es que no. Y pasan pocos días desde el 1 de enero, cuando comprendemos que no es el año lo que debe cambiar, sino nosotros, y que no cambiaremos a base de promesas sino de hechos, y que los hechos pueden comenzar cualquier día y a cualquier hora, y que no es el momento lo que lo define, sino nuestra determinación
Así que coged lápiz y papel y escribid algunos propósitos reales, y ponedle fecha de caducidad, o de periodicidad. Y poned ese papel en algún lugar visible desde vuestra cama, para que cada noche antes de iros a dormir volváis a comprobar cuales son vuestras metas para ese año, y cual es el tiempo tope que os habéis fijado para hacerlas realidad...
Os veo en unos días con mis lista.
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