Suelen decir que los hombres nunca preguntamos a nadie por direcciones porque no nos gusta admitir que estamos perdidos, y ahora la mujer de la noticia bien por distracción, por fe extrema en la tecnología o por ser tan orgullosa de no preguntar ha estafo a punto de tener un disgusto y ha puesto en vilo a su familia.
Esto me recuerda a cuando los americanos intentaron encontrar a Bin Laden con satélites y demás no pudieron, porque no usaba internet, ni móvil, ni nada tecnológico. Tuvieron qué recurrir al sistema de toda la vida: el seguimiento al hombre para lograr a encontrarlo.
Esto que ahora suena un poco a pitorreo algún día será objetó de debate, cuando los robots se dediquen a operar o a la asistencia sanitaria en hogares, y su dictamen basado en cálculos cuenten más que la inspección ocular de un humano que tiene en cuenta otras cosas más allá de las variables.
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